Del 11-M a Bárcenas

Hoy vuelve a ser 11-M. Y como todos los 11-M desde aquel 2004 seguimos sin saber quién estuvo detrás de un atentando que acabó con la vida de 192 personas con un único objetivo: cambiar la historia de España.

Un teléfono que no pudo dar la información señalada por la versión oficial, unos explosivos que no fueron los que explotaron, una mochila falsa depositada fuera de la escena del crimen, una cadena de custodia de las pruebas rota en cientos de ocasiones, unos testigos pagados y decenas de pruebas más manipuladas consiguieron acabar con la época de mayor desarrollo de España para dar paso al auge de los soberanismos, la entrada de ETA en las instituciones, el más absoluto desprestigio internacional y el fin de unos principios económicos que permitieron sortear con fuerte crecimiento la crisis internacional del año 2000.

Hoy descubrimos que aquel atentado no sólo acabó con la mejor política jamás desarrollada en España. Acabó con el valor de enfrentarnos a nuestro pasado. Porque hoy resulta duro confirmar que el PP, objetivo evidente de aquel atentado junto con los 192 asesinados, no quiere saber nada de lo que resulta difícil no calificar de golpe de Estado.

La Policía, la Guardia Civil o el CNI siguen infiltrados por mandos colocados bajo etapas socialistas. Los jueces que, como Cillán, osan investigar el 11-M caen casualmente en el desprestigio. La Fiscalía pasa de soslayo pese a la evidente manipulación de pruebas en el 11-M. Y la Justicia se mantiene bajo la férrea órbita de un control bipartidista.

Y todo ello mientras la maquinaria de presión social sobre la derecha vuelve a engrasarse. Una maquinaria que no cesará mientras la izquierda siga controlando los resortes del Estado y la propaganda. Y una maquinaria que garantizará que el PP tiemble ante cualquier escándalo publicado en la prensa. Se llame Bárcenas, Gürtel o Trajes.

El PP no acabó con esos resortes en el pasado. Hoy sigue preso de ellos. Unos resortes que debilitan la actuación del Gobierno y que le hacen perder los nervios incluso frente a los chantajes internos como el de su ex tesorero.

Cada cual decide su futuro. Pero construirlo en base al miedo nunca será garantía de éxito.